domingo, 22 de noviembre de 2015


Alegría sin límites. Recuperamos mi país.
Este post es una excepción. No es éste un lugar pensado para hablar de política. De hecho, casi siempre evito hablar de política incluso en mi vida personal. En realidad, de lo que quiero hablar no es de política sino de sentimientos.
Cómo nos rompieron las pelotas estos últimos 12 años. Con qué malsano placer se dedicaron a destruir todo lo que amamos siempre. A maldecirlo, a negarlo, a pretender que nos sintiésemos culpables por ser quienes somos.
En algún momento temí que el daño fuera irreversible. Tenía miedo de no llegar a ver este momento (mi viejo, por ejemplo, no llegó a verlo). Tenía miedo de que mis hijas, nacidas en este período, crecieran en un país condenado a ser fue como en estos 12 años. A su estética decadente y su ética inexistente. Tenía miedo de que llegara el día en que ellas no pudieran entenderme, que se creyeran todo el verso que las rodeaba y pasaran a mirarme con recelo.

Por eso hoy es un día de festejo. Después vendrán las vicisitudes del día a día, los pequeños detalles de la construcción de un cambio que, seguramente, no va a ser fácil ni va a salir gratis. Pero esos detalles ya no me interesan. Que los analicen los editorialistas de los diarios del domingo; yo ya no los pienso leer. Total, si sobreviví a 12 años de kirchnerismo, puedo sobrevivir a cualquier cosa. Hoy celebro. 

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