Alegría
sin límites. Recuperamos mi país.
Este
post es una excepción. No es éste un lugar pensado para hablar de política. De
hecho, casi siempre evito hablar de política incluso en mi vida personal. En
realidad, de lo que quiero hablar no es de política sino de sentimientos.
Cómo
nos rompieron las pelotas estos últimos 12 años. Con qué malsano placer se
dedicaron a destruir todo lo que amamos siempre. A maldecirlo, a negarlo, a
pretender que nos sintiésemos culpables por ser quienes somos.
En
algún momento temí que el daño fuera irreversible. Tenía miedo de no llegar a
ver este momento (mi viejo, por ejemplo, no llegó a verlo). Tenía miedo de que
mis hijas, nacidas en este período, crecieran en un país condenado a ser fue como
en estos 12 años. A su estética decadente y su ética inexistente. Tenía miedo
de que llegara el día en que ellas no pudieran entenderme, que se creyeran todo
el verso que las rodeaba y pasaran a mirarme con recelo.
Por
eso hoy es un día de festejo. Después vendrán las vicisitudes del día a día,
los pequeños detalles de la construcción de un cambio que, seguramente, no va a
ser fácil ni va a salir gratis. Pero esos detalles ya no me interesan. Que los
analicen los editorialistas de los diarios del domingo; yo ya no los pienso
leer. Total, si sobreviví a 12 años de kirchnerismo, puedo sobrevivir a
cualquier cosa. Hoy celebro.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario